“Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra
ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare
contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento;
perdónale”.
(Lucas 17:3–4)
Los cristianos
somos las personas más perdonadas del mundo. Por lo tanto, debemos ser las
personas más perdonadoras del mundo
A menudo cuesta
perdonar a otros genuina y completamente. Frecuentemente nos encontramos
practicando una clase de perdón que no es ni bíblica ni sanadora.
“Sean bondadosos y
compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a
ustedes en Cristo” (Efesios 4:32). “Así como el Señor los perdonó, perdonen
también ustedes” (Colosenses 3:13b)
No puedo hacerlo solo
Hay una sola forma
de vencer estas barreras, y es la de reconocer que usted no puede perdonar con
sus propias fuerzas y que necesita desesperadamente que Dios intervenga y
cambie su corazón
Ni un sentimiento,
ni olvidar, ni excusar
Para entender lo
que es el perdón, primero debemos ver lo que no es.
1) El perdón no es un sentimiento. Es un acto de la
voluntad. El perdón involucra una serie de decisiones, la primera de las cuales
es recurrir a Dios para que cambie nuestro corazón.
2) El perdón no es
olvidar. Olvidar es un proceso pasivo
en el cual un asunto se desvanece de la memoria meramente con el paso del
tiempo. Perdonar es un proceso activo;
involucra una elección consciente y un curso de acción deliberado. Puesto de
otra forma, cuando Dios dice: “Yo soy el que por amor a mí mismo borra tus
transgresiones y no se acuerda más de tus pecados” (Isaías 43:25), no está
diciendo que no puede recordar
nuestros pecados. Más bien, está prometiendo que no los recordará o que cuando lo recuerda, no le hace daño ni lo
trae a la memoria.
3) El perdón no es
excusar. Cuando uno excusa dice: “Está bien”, y da a entender: “Lo que hiciste
no estuvo mal realmente” o “No pudiste evitarlo”. Perdonar es lo contrario de
excusar. El hecho mismo de que el perdón sea necesario y se conceda indica que
lo que alguien hizo estuvo mal y es inexcusable.
El perdón es una
decisión
Perdonar a alguien
significa liberar a la persona de su responsabilidad de sufrir un castigo o una
pena.
A través del perdón, Dios derriba las paredes que
nuestros pecados han erigido, y abre el camino para una relación renovada con
Él. Esto es exactamente lo que debemos hacer si hemos de perdonar como el Señor
nos perdona: Debemos liberar a la persona que nos ha agraviado de la pena de
estar separada de nosotros. No debemos tener agravios contra otros, ni pensar
en los agravios, ni castigarlos por los agravios.
Recuerde el perdón de Dios
Uno de los pasos más importantes para superar una actitud
de falta de perdón es centrar su atención en cuánto Dios lo ha perdonado a
usted. La parábola del siervo desagradecido (Mateo 18:21–35) ilustra este
principio vívidamente. En esa historia, un siervo le debía al rey una deuda
enorme. Cuando el rey amenazó con hacer que el siervo y su familia fueran
vendidos como esclavos para pagar la deuda, el siervo le rogó que tuviera
misericordia. El rey “se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó
en libertad” (v. 27). Unos instantes después, el siervo vio a un hombre que
tenía una deuda con él y le pidió que se lo pagara. El siervo rehusó hacerlo, y
el primer siervo “lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda” (v.
30). Cuando el rey se enteró de esto, llamó al primer siervo y le dijo:
“¡Siervo malvado!… Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No
debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí
de ti?” (vv. 32, 33). Luego, “enojado, su señor lo entregó a los carceleros
para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía” (v. 34). Jesús
concluye la parábola con estas palabras impactantes: “Así también mi Padre
celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su
hermano” (v. 35).
Aplicación
El perdón tiene
que ser bíblico y sanador. El perdón es sanador cuando decidimos hacer cuatro compromisos:
“No me detendré en este incidente”.
“No volveré a mencionar este incidente para usarlo contra
ti”.
“No hablaré a otros acerca de este incidente”.
“No dejaré que este incidente se interponga entre
nosotros o entorpezca nuestra relación personal”.
Estos compromisos
dan como fruto cuatro actitudes:
Pensar bien del otro,
No lastimarlo,
Nunca chismear de el o ella,
Siempre guardar la amistad.
Esto lleva a la
reconciliación. Mediante pensamiento, palabra y acción, podemos demostrar el
perdón y reconstruir relaciones con personas que nos han ofendido. No importa
cuan dolorosa la ofensa, con la ayuda de Dios podemos hacer estos cuatro compromisos
e imitar el perdón y la reconciliación que fue demostrada en la cruz. Por la
gracia de Dios, podemos perdonar como el Señor nos perdonó.
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